En un viaje reciente a Emilia-Romagna, quise visitar a una de las mujeres más representativas en el panorama del vino artesanal y natural Italiano: Elisabetta Montesissa, artesana y viticultora al frente de la Azienda Montesissa Emilio, que se encuentra en la localidad de Magnano di Carpaneto, en las colinas de Val Chero, en el centro-norte de Italia.
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Ella es una de esas viticultoras con la capacidad de trasladarte la historia y las tradiciones de su región, que procura mantener vivas en sus tierras, en su modo de vivir y en su vino. Este 8 de marzo, Día de la mujer trabajadora, os escribo sobre esta mujer que cuenta con mi admiración y cariño; y dedico este articulo a todas las artesanas viticultoras que se dejan la piel en las viñas, poniendo todo su amor y su dedicación para ofrecernos vinos puros y de calidad.
Elisabetta Montesissa es la tercera generación de una familia que elabora vinos en esa zona. Su Azienda era un antigua quesería tradicional que funcionó a principios de siglo XX, con estructuras y métodos de finales del XlX.
En esta parte de Italia, la vid se ha cultivado desde la época de los antiguos romanos y es una zona ideal para hacer enoturismo natural, conociendo la rica cultura del centro-norte italiano y sus parajes rodeados de naturaleza, historia y castillos medievales donde el tiempo parece haberse parado.
En casa de Elisabetta Montesissa el respeto al territorio y arraigo a las tradiciones son imprescindibles.
Elisabetta cultiva la vid respetando rigurosamente los ciclos biológicos de la naturaleza, tratando cada cepa de manera singular. Sus viñedos se distribuyen entre colinas rebosantes de naturaleza y verde, dedicando tres de las diez hectáreas a las viñas de la finca y dejando las restantes sin cultivar para proteger la biodiversidad.
El terreno, calcáreo-arenoso, otorga a sus vinos carácter expresivo y una acidez agradable. Es curioso saber que estas tierras estaban, hace millones de años, sumergidas bajo el mar, por esto sólo con excavar un poco se pueden encontrar fósiles de la era Piacenziana.
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Elisabetta Montesissa no pertenece a ninguna asociación vitivinícola. Viñerona independiente y tenaz, trabaja para enaltecer la agricultura menos intervencionista y defender las tradiciones de su zona, participando activamente en varias organizaciones y explicando la importancia de la recuperación de las variedades autóctonas y del patrimonio cultural.
Las variedades que trabaja son típicas de las colinas de Piacenza: Barbera, Bonarda, Malvasía, Ortrugo y Marsanne. Las viñas más antiguas tienen alrededor de 50 años, mientras que las más jóvenes tienen 15.
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Recuperación de variedades autóctonas y permacultura.
La última variedad de la Azienda es la Syrah, uva que históricamente estuvo presente en las colinas de Piacenza desde los tiempos de Napoleón, junto con las Grenache, Marsanne y Sauvignon, perdiéndose su cultivo con los años pero que Elisabetta, con tenacidad y voluntad, quiso recuperar.
Elisabetta Montesissa cultiva con cubierta vegetal y bajos rendimientos por hectárea. Las viñas no se tratan ni con herbicidas ni con fertilizantes químicos o sintéticos, empleando algunos métodos biodinámicos y otros tradicionales en permacultura para respetar la tierra, la vid y los ciclos naturales, obteniendo así vinos genuinos de Piacenza.
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Las uvas se cosechan manualmente en cajas pequeñas y luego se llevan a la bodega. A continuación, se procede a la maceración pelicular, tanto en tintos como en blancos, y se deja que fermenten espontáneamente en depósitos de acero con sus levaduras autóctonas. En primavera, los vinos se someten a una segunda fermentación natural, adquiriendo un carácter vivaz y expresivo propio de ese territorio.
Elabora sólo 10.000 botellas, pues Elisabetta antepone la calidad a la cantidad, y embotella con luna menguante, generalmente antes de Pascua siguiendo una tradición ancestral de su zona.
Bodega y zona de cata de la Azienda Agr. Montesissa.
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Entramos en la bodega de la Azienda, donde antiguos muebles tradicionales de madera maciza reflejan la historia de este sitio. Fue una grata sorpresa encontrar el cartel de madera pintado a mano que ilustraba la mesa de Elisabetta en la primera edición de Vella Terra, en el 2016. Más tarde, sacó del cajón de uno de esos muebles un trozo de tela, perfectamente doblada, y me lo mostró: se trataba del mantel pintado con vino que también cubría su mesa expositora y que Elisabetta guarda con cariño de su visita a nuestra feria. Me comenta que tiene bonitos recuerdos de su estancia en nuestra ciudad y de la cálida bienvenida que entre todo el equipo y asistentes le dimos y que espera volver algún día.
Me emociona ver estos gestos de cariño y cuánto valoran los artesanos viticultores el trabajo que hacemos los organizadores/as de este tipo de ferias.
Ya en la mesa, nos ofrecieron unos típicos “Taralli” (galletas de masa redonda buenísimas a base de harina y aceite de oliva), pan integral y típicos quesos artesanales para amenizar una cata excepcional de todos sus vinos, con una explicación magistral de cada uno de ellos.
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Es difícil decidirse entre todos, pues cada uno me sorprendió por igual, aunque me sedujo especialmente el ‘Rosissima’ Frizzante Rosé 2017 que me hizo probar esa tarde, mezcla de Barbera y Bonarda, de un brillante rojo translúcido y de mineralizad marcada, con aroma a frutos rojos y rosas. Con notas cítricas, un toque acido, frutos del bosque y manzana, ¡sí, manzana!, que se mezclan con pequeñas y divertidas burbujas. Un vino que hay que probar y juzgar por uno mismo. En mi opinión, un “capolavoro” de Elisabetta.
Antes de despedirme, me presenta a su familia y me muestra el festín de pasta fresca que tienen preparado para ese día. ¡Qué ganas de quedarme a compartirlo! Con pena, me despido ya que mi viaje prosigue… ¡Un abrazo querida Elisabetta!